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Claves básicas para comprender la familia como un sistema y los Órdenes del Amor



La familia es un sistema vivo, abierto y en permanente transformación, que nos trae retos para crecer juntos en cada nueva generación.

Todos los seres humanos venimos a nuestra existencia a partir de la unión directa de dos personas, nuestro padre y nuestra madre biológicos; incluso en condiciones de intervención científica, es el material genético de un hombre y una mujer lo que nos posibilita la vida, por ese solo acto, estamos vinculados con los dos desde el inicio de la Vida, el regalo que de ellos recibimos.


En este regalo también recibimos la información de los que estuvieron antes, padre, madre, abuelos, bisabuelos etc. y son los vínculos de amor y de lealtad a la familia, los que nos llevan a implicarnos en asuntos del pasado, que afectan nuestras relaciones presentes, sin ser conscientes de ello.


En el encuentro de una pareja, son sus dos sistemas familiares los que se encuentran, con toda su historia de logros, virtudes, valores y dificultades o problemáticas, y en el encuentro intentarán resolver todo aquello que en sus familias de origen no han logrado resolver por sí mismos.


En el orden de conformación de la familia el primer subsistema que se crea es el de la pareja, por eso ellos dos siempre serán los primeros, luego vienen los hijos e hijas y es la pareja la que tiene la responsabilidad de acompañar y proteger a los más pequeños, ser los primeros y los mayores no es sinónimo de poder sobre el más pequeño, es un llamado a la responsabilidad con la vida que hemos pasado. Pero la pareja debe cuidar su espacio de intimidad y relación, enseñando a los hijos e hijas a respetar ese espacio.


En la familia todos y todas estamos vinculados por lazos de sangre, por lazos jurídicos o por vivencias que marcaron nuestras vidas de tal forma que esos lazos o vínculos nunca se pueden romper. El vínculo cuando se crea es permanente.


Además de los vínculos que configuran el sistema familiar, también existen las relaciones familiares y éstas pueden ser de diferentes tonos emocionales. Puedo tener un vínculo permanente con mi padre, mi madre o mis hermanos, pero la forma en la que me relaciono con cada uno puede ser muy diferente. El vínculo no cambia, la relación sí.


La pareja que tuvo hijos siempre tendrá un vínculo, aunque su tipo de relación afectiva cambie, siempre serán los padres de esos hijos o hijas. La relación puede cambiar y puede ser amistosa, respetuosa o incluso agresiva y distante. Pero su condición de padres siempre los vinculará.


Cuando la pareja se separa es importante que los hijos e hijas tengan claro que es el subsistema de la pareja el que se ha separado, no los padres de los hijos, esto brinda comprensión, orden y seguridad a los más pequeños, que irán aprendiendo a respetar y aceptar dicha separación, al darse cuenta en la cotidianidad que sus padres, como adultos, asumen los lugares que les corresponden, aunque luego formen nuevas parejas.


Los abuelos no son los padres o madres de los nietos o nietas. Son los abuelos, ese es el orden. Cuando este orden se irrespeta suelen existir consecuencias en las relaciones familiares y en las dinámicas psíquicas internas de los más pequeños. Los abuelos pueden ser excelentes cuidadores, si ofrecer el cuidado a sus nietos, no exige que éstos nieguen el lugar que les corresponde solo a su padre y a su madre.


Las familias reconfiguradas, por las actuales dinámicas sociales, tienen un reto mayor y es lograr respetar el lugar de los padres y madres de los hijos de las nuevas parejas; los tuyos, los míos y los nuestros, pueden encontrar dinámicas relacionales armónicas si el respeto por el lugar de los padres y los hermanos de da.


En las familias homoparentales, que se configuran por adopción por parte de los dos miembros de la familia, es fundamental respetar al padre y a la madre que dieron la vida, sin éste progenitor la nueva familia no podría existir. Cuando en la familia homoparental uno de los miembros es padre o madre biológica, el otro padre que adopta y cuida la vida del hijo o hija, está llamado a respetar al padre o madre con la cual ese hijo fue concebido, pues sin él o ella, no podría disfrutar de servir a la vida cuidando este nuevo ser.


Honrar y respetar no es dejar de ver aquello que ha causado dolor y crear ilusiones de perfección que no existen. Es poder ver lo humanos que somos, con los ojos bien abiertos, aceptarlo, no gastar energía psíquica y vital en el reproche, aprender de aquello que tanto señalamos y criticamos en las otras personas, para poder hacerlo diferente, transformando aquello que dañó o nos causó dolor, en posibilidad para el cambio presente de nuestras propias vidas.


“Los pilares de la relación de pareja son el amor, el dar y recibir, la sexualidad, la intimidad (o intercambio afectivo) y la convivencia”. Brigitte Champetier
En amor, servicio y aprendizaje. Li

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